miércoles, 5 de enero de 2011

UZBEKISTAN, por Laura Pastor

Las vías del comercio entre Oriente y Occidente, conectadas paulatinamente a lo largo de los siglos, acabaron creando la Ruta de la Seda, un camino de distancias inimaginables, peligros frecuentes y riquezas legendarias. 

Khiva
Grandes viajeros como Marco Polo describieron en su libro “Il Milione” (o “Los viajes de Marco Polo”) esta ruta que hoy redescubrimos turísticamente aprovechando la celebración del Congreso Internacional de FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo) en las ciudades uzbekas de Tashkent, Samarkanda, Bukhara y Khiva. 
El origen de estas ciudades se remonta al imperio persa, cuando los antiguos pueblos nómadas comenzaron a asentarse en las mismas ya que fueron puntos de paso obligado para los comerciantes que recorrían la Ruta de la Seda entre China (concretamente Xi´an) y Europa. 
Uzbekistán es la tierra más antigua de Asia Central con más de venticinco siglos de historia. Es un destino turístico aún no masificado y relativamente poco popular aunque las renombradas Samarkanda, Bukhara y Khiva ayudan a rememorar personajes de la talla de Alejandro Magno, el teólogo musulmán del S.IX Ismail al-Bukhary (autor de los hadices “Al-Djami al-salih” que es el segundo libro musulmán después del Corán),el emperador Genghis Khan y sus descendientes Tamerlán y Ulugbek. 
Como visitante, quedé atónita tras el recorrido por sus grandiosas madrazas (escuelas coránicas), mezquitas adornadas con cerámicas azules, altos minaretes, palacios antiguos, mausoleos, caravaneras y sus bazares, llenos de colorido y de aromas a una infinidad de especias. 
Asimismo quedé seducida por la cocina uzbeka que se caracteriza por estar compuesta de miles de platos tradicionales protagonizados por ingredientes como el cordero y el cilantro. Es costumbre que, antes de empezar a comer, la mesa esté servida siempre con pequeños platos de ensaladas, tortas de pan, frutos secos así como uvas, manzanas y otras frutas. 
Plov, plato típico de la cocina uzbeka
El “plov” es el suntuoso emblema por excelencia de la cocina uzbeka. Este manjar suele ser preparado por los hombres en días de fiesta o en celebraciones como las bodas y, aunque varía según la región, básicamente se compone de carne hervida y frita, arroz, cebollas y zanahorias. 
Como bebida al uso, el té verde se sirve en pequeños tazones de cerámica tras una pequeña ceremonia que consiste en que el té se vierte dentro del cuenco limpio del anfitrión para vertirse de nuevo dentro de la tetera, así hasta la cuarta vez que es cuando se ofrece a los invitados. Aunque, por otra parte, no podemos olvidarnos de otra bebida con la que sus gentes sacian los paladares: el vodka.
  
Comenzamos el itinerario en TASHKENT que es la capital del país. Es una urbe moderna con amplias avenidas y magnánimos edificios testigos de los vestigios arquitectónicos soviéticos.
Entre sus atractivos turísticos destacan la madraza de Barak Khan, la madraza Kukeldash, el bazar de Chorsu cerca de la mezquita del Viernes, la plaza de la Independencia, el conjunto de Khast Imom compuesto por una mezquita, una madraza, un mausoleo y un museo donde se guarda el Corán de Osman y, por último, el metro de Tashkent que cuenta con estaciones decoradas como si fuesen estancias de un palacio. 
Plaza de Registán (Samarcanda)
SAMARKANDA, apodada como la “perla de la Ruta de la Seda”, es la ciudad con nombre mítico que despierta el recuerdo de la lectura de los “Cuentos de las Mil y Una Noches”. 
En lo alto de una colina, encontramos la necrópolis de Shah-i-Zinda (s XIV-XV) que alberga una aglomeración de mausoleos y mezquitas funerarias. Los azulejos están decorados con ornamentos vegetales entremezclados con caracteres arábigos de textos del Corán y hadices. 
En 1520, el gobernador de Samarkanda, Mirzo Ulugbek, mandó construir el observatorio más grande de Asia. La compilación de sus estudios astronómicos quedó recogida en catálogo Zij al -Sultani” de Ulugbek. Importante documento que captó la atención de científicos europeos del s. XVII en Oxford.
Gracias a las excavaciones del arqueólogo V. Vyatkin hoy podemos visitar este observatorio y recrearnos en su museo contemplando páginas del Zij, una colección de instrumentos astronómicos y fotografías de la excavación.
Una de las instantáneas que siempre recordaré es la plaza de Registán. Rodeada por tres madrazas: la de Ulugbek (s.XV), de Shir Dor (s. XVII) y la de Tillya-Kari (s. XVII) que quiere decir dorada por a la cantidad de detalles dorados que adornan el interior de la mezquita de esta madraza

Llama la atención que dentro de las mismas, se combina la importancia como escuelas islámicas, como lugares de rezo y como puntos de comercio de artesanía típica uzbeka como los famosos suzanis, alfombras, cajas lacadas, instrumentos musicales, chaquetas bordadas y demás prendas tradicionales. 
Es óbice hacer mención a la colmada de leyendas mezquita de Bibi- Khanym erigida por orden de Amir Temur en honor a la más amada de sus esposas: Saray Mulk Khanym. Su majestuosa entrada, flanqueada con grandes pilares, enclaustra el edificio principal de la mezquita junto con dos mezquitas de invierno en cada uno de los lados. En el centro se levantó un atril de mármol usado para sostener un enorme Corán en tiempos de Ulugbek. 
Al lado de esta última mezquita, se descubre el gran mercado donde se puede degustar el pan característico de esta región (obi-non) de forma redondeada como un disco de sol, famoso por su sabor especial y por la originalidad de la decoración. Alrededor del mercado, hay varios pabellones de té (chai-khanas), que contagian su hospitalidad a la hora de beber este líquido verde. 
Mausoleo (Samarkanda)

Como curiosidad, una de las principales calles de Samarkanda está dedicada al embajador, Ruy González de Clavijo, que en el s.XV fue enviado por el rey Enrique III de Castilla a la corte de Tamerlán. El relato de sus viajes fue refundido bajo el título de “Embajada a Tamerlán” constituyendo una de las joyas de la literatura medieval castellana.
Además, como corolario de su visita, Tamerlán fundó la villa de Madrid (única en Asia) en honor al pueblecito del que provenía Clavijo (siglo y medio antes de que Madrid fuera capital de España).

BUKHARA, cuna del gran Avicena, fascina por sus más de 140 monumentos del Renacimiento Oriental. En la Edad Media, contaba con más de 360 mezquitas y 80 madrazas.
Bukhara ha sido tradicionalmente el principal centro de cultura islámica en Asia Central y el principal centro de peregrinación musulmana del mundo tras La Meca, conociéndose como “la estrella del mundo islámico” o “la Ciudad Santa de Asia Central”.
Mausoleo de los Samánidas (Bukhara)

No obstante, también es morada de una numerosa comunidad judía cuyos antepasados se asentaron en la ciudad durante la época romana, contando por ende con varias sinagogas para el culto judío. 
Dentro del parque central de Bukhara se asienta el mausoleo de los Samánidas. De forma cúbica es el primer edificio construido en el siglo IX con ladrillos. Estos están puestos de 14 sistemas diferentes haciendo que cambie de color según la luz del día objeto de la técnica decorativa y de trabajos en relieves con ladrillos. 
La ciudadela Ark que envuelve entre sus murallas un castillo, mezquitas, museos y tiendas.
Justo enfrente y, tras cruzar una vía, se levantó la mezquita Bolo-Haus que es el lugar oficial para las oraciones del emir.
Siguiendo las callecitas del Ark, llegamos a una pequeña plaza del complejo Poi-Kalián en el que se encuentran el Minarete Kalián , la Mezquita Kalián con una capacidad para más de 10.000 personas y la madraza Miri-Arab.
En los alrededores, descubrimos tres núcleos de comercio artesanal con angostos callejones donde se alienan estupendos bazares para poder conseguir, entre otros, orfebrería, pieles, echarpes y cerámica. 
La parte antigua de KHIVA, Ichan-Kala, es una ciudad-museo al aire libre que se visita paseando por el dédalo de calles que permiten admirar los edificios singulares de la arquitectura uzbeka transportándote a un escenario de ensueño, especialmente, al atardecer. 
Khiva
Entre ellos, la mezquita Juma no sobresale por la decoración de sus paredes sino por las 213 columnas de madera de olmo con un tallado excepcional en sus fustes y capiteles. 
El lugar de residencia del Khan de Khiva fue el palacio Allakuli-khan Tash-Khauli el cual incluye varios patios con dependencias oficiales y residenciales como el harén, la sala de recepción o el patio de justicia. La mayólica cubre las paredes de los porches, las columnas con base en mármol están talladas en madera y los techos se decoran con una rica policromía. 
Recuerdos típicos de Khiva son las marionetas, artesanía en madera, mantas de pelo de camello o variopintas zapatillas de lana. 
Así pues invito a todos los lectores a viajar a este fascinante país porque tal y como dice un proverbio uzbeka “más vale verlo una vez que oirlo varias veces”.


(ALFATUR 4)

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